El Maestro se acerco al altar del Templum Domini (Templo del Señor) y cerró sus ojos para meditar, sin embargo el recuerdo de la responsabilidad que le entregó el Rey no podía desaparecer.
“…Hiram, yo os escojo por el jefe y arquitecto mayor del Templo, así como de los obreros; os trasmito mi potestad sobre ellos, sin que haya necesidad de otra opinión que la vuestra; así que os miro como a un amigo a quien confiaré el mayor de mis secretos…”.
El fundidor acogió aquella obligación como un gran honor de parte de uno de los Reyes más importantes de aquellos tiempos; Salomón.
Hiram como parte del buen orden, optó por entregar signos, toques y palabras en cada uno de los grados del gremio que se habían instaurado. Éstos no podían ser comunicados sin el permiso del Rey Salomón y de él.
Pero aquella noche no todo era un sencillo, el sentir del templo inspiraba algo de resquemor...A lo lejos un golpe en las paredes confirmó el sentimiento del Maestro.
Éste volteo para ver a su espalda aquella gran estructura divina alzada en el Monte Moría y se percato de la presencia de tres compañeros instalados en cada una de las puertas del Templo...
La profecía se cumplía y debía entregarse a la Ignorancia, a la Ambición y al Fanatismo de algunos seudo iniciados.
Se levanto del altar y corrió a la puerta de Occidente, donde el primero de los compañeros segado por su avaricia le insta a revelar la palabra sagrada.
- "DAME LA PALABRA SAGRADA" -
, grito el MAL...compañero con fuerza, mientras las paredes del Templo del Señor temblaron del sentimiento de ira y rebeldía.
El maestro atónito de la situación levanto la vista y miro a su discípulo con tristeza diciendole:
"Esta no es la forma , ni el modo de acceder a los secretos".
Ante la negativa, el traidor se aparto con sarcástica ironía y levanto su diestra mano, en la que llevaba una pesada regla que ocupaba en sus diarios deberes de construcción y le asesto un fuerte golpe en la garganta al artesano que quedo aturdido.
El compañero estaba listo para un nuevo golpe mortal, sin embargo, el Maestro corrió a la puerta del Mediodía donde se percato de un nuevo personaje que lo esperaba con una palanca en sus manos.
El segundo traidor le hizo la misma pregunta de exigirle la palabra de paso al magisterio, pero el desencanto se hizo evidente al presentir que la templanza del Maestro no bajaba...
Esta nueva negativa enfado al traidor ignorante, que manifestó su ira con un rotundo golpe en el pecho con la palanca que llevaba en sus manos.
Hiram al ver que no tenia salida agotó sus esperanzas en la puerta de Oriente... donde el tercer traidor lo esperaba y ante una tercera negativa de entregar la palabra magistral, recibio un golpe en su frente con el mallete, que portaba el ambicioso compañero, agotando cualquier indicio de energía vital del cuerpo temporal del Ilustre Maestro.
El lugar quedo en silencio; la oscuridad penetró en cada sitio del Templo... como si parte de lo espiritual de aquel lugar, hubiese quedado atónito por aquel horrible suceso.
Los traidores, ambiciosos e ignorantes no consiguieron lo planeado, y las palabras que susurro el Maestro Hiram al momento de su muerte los dejaron perplejos de la valentía de aquel hombre…
“…Prefiero morir antes que declararles un secreto que aún NO merecían…”
Los traidores cogieron el cuerpo y lo llevaron lejos de la ciudad ocultándolo en una elevada montaña y en aquel lugar plantaron una rama de acacia.
El crepúsculo comenzaba a crecer y sólo uno de los tres traidores mientras se alejaba miro por su espalda aquella rama de acacia que el mismo había plantado, el hecho ya era evidente, nuestro Maestro había dejado su estado corporal...
HABÍA TRASCENDIDO AL ORIENTE ETERNO.
Escrito original:
Q.H. Juan Avila
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