En nuestro camino iniciático, y en la vida misma, a menudo nos encontramos con encrucijadas donde la razón y el corazón parecen tirar en direcciones opuestas.
Hace poco, el V.·. M.·. de mi Taller, compartió conmigo una frase que me ha calado hondo y que hoy quiero reflexionar con ustedes: "Comprender desde la razón sin perder el corazón."
Esta sentencia, tan concisa como poderosa, nos invita a un equilibrio fundamental. En el simbolismo masónico, la razón podría ser esa escuadra que nos enseña la rectitud, la lógica, el análisis de las formas y las proporciones de nuestro Templo Interior. Nos impulsa a cuestionar, a estudiar las ciencias y las artes liberales, a buscar la verdad a través del discernimiento y la aplicación de los principios. Es la luz de la sabiduría que disipa las tinieblas de la ignorancia y nos permite construir con precisión y solidez.
Sin embargo, ¿qué sería de nuestro Templo si solo fuera una estructura fría y perfecta, desprovista de espíritu?
Aquí es donde entra el corazón. El corazón es el compás que nos recuerda la universalidad del amor fraternal, la caridad, la empatía y la compasión. Es el asiento de nuestras virtudes, el crisol donde se forjan nuestros sentimientos más nobles hacia la humanidad. Es la llama que arde en cada una de las estrellas del Ara, el motor que nos impulsa a aliviar el sufrimiento, a perdonar y a tender una mano al caído, sin importar su credo o condición. Es la esencia de la unión y la armonía que anhelamos en nuestra Logia y en el mundo.
El desafío que se nos presenta, entonces, es no permitir que la razón se convierta en una herramienta de frialdad o dogmatismo, ni que el corazón nos ciegue con sentimentalismos que nos impidan ver la verdad objetiva.
El verdadero masón, aquel que aspira a ser una piedra perfecta, debe comprender desde la razón la complejidad del mundo y de sí mismo, aplicando el intelecto para desentrañar los misterios y las verdades universales.
Pero al mismo tiempo, debe hacerlo sin perder el corazón, es decir, manteniendo siempre viva la chispa de la humanidad, la conexión con sus hermanos y con el G.·. A.·. D.·. U.·. a través del amor y la fraternidad.
Es en esta síntesis donde reside la verdadera sabiduría. Es cuando la razón nos guía en nuestras acciones y decisiones, pero el corazón nos dicta el propósito y el espíritu con el que las llevamos a cabo. Es cuando podemos ser justos sin ser crueles, sabios sin ser arrogantes, y fuertes sin ser opresivos.
Q.·. H.·. J. A. GALLIPOLI L.
R.·. L.·. Gual y España N° 243
O.·. de La Guaira. Venezuela.
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