El proceso masónico entraña un renacimiento personal. Llegas a la Logia con un bagaje vital, con un tesoro de experiencia y conocimientos, con opiniones y conciencia formada sobre la mayoría de cuestiones vitales: filosóficas, políticas, sociales… En el Taller masónico entran personas adultas, hombres (y en otros casos mujeres) que viven, que tienen un recorrido existencial, que no parten de cero. Pero que, masónicamente, van a partir de cero y se van a impregnar de la vertebración del método masónico. Recién recibido Aprendiz , esta persona se sienta a Septentrión – donde la luz es tenue y reina el silencio - y es puesto por la Logia bajo la autoridad del Segundo Vigilante, que ha de velar por su silencio y su instrucción masónica. No es infrecuente que este Oficial del Taller tenga una capacitación académica profana inferior –al menos, en algunos aspectos: filosóficos, técnicos, sociales, políticos…- a la de los Aprendices que tiene a su cargo. No importa, pues lo decisivo es la cap